Me llamo Manila
Gessica.
Nací en 1977, en un país del norte de Europa. Mis padres llegaron allí cinco años antes, desde un minúsculo pueblo del centro de Sicilia, atraídos por las posibilidades de trabajo (mi padre) y el estilo de vida tan interesante y diferente (mi madre).
A los diez años nos mudamos a una ciudad del norte de Italia, a dos pasos de la frontera con Suiza.
En 1995, recién cumplida la mayor edad, fui a vivir al campo, muy cerca de una pequeña ciudad renacentista (en la región Marche – centro de Italia) donde cursé mis estudios universitarios; los completé en Roma entre 2001 y 2003, año en el cual llegué a Barcelona con una beca. Una excusa perfecta para quedarme…
Trece años más tarde sigo viviendo en Cataluña, en el campo, junto con M. y nuestras dos hijas.
En todos estos traslados, Sicilia siempre ha sido lo único que no se ha movido.
De pequeña, era la meta fija para pasar el verano; un largo verano, normalmente. Nos quedábamos la mayor parte del tiempo en la casa que mis padres fueron construyendo en unos terrenos donde antiguamente crecían almendros, olivos y algarrobos; al lado de la playa, cerca de Siracusa. Desde allí nos desplazábamos unos días hacia el interior de la isla, al pueblo de origen de mis padres, en la Sicilia «profunda»; donde íbamos a visitar a mis abuelos y a mis tíos.
No he residido nunca en Sicilia, sin embargo me siento profundamente siciliana; por mi historia familiar y, sobre todo, por mi vínculo emocional con esa tierra.
Si bien mi familia viene de la provincia de Enna y los orígenes de mis abuelos radican en lugares alrededor de Palermo, me siento más vinculada con la zona del sureste, es decir las provincias de Siracusa y Ragusa: Siracusa por una relación más bien histórica; Ragusa por una «afinidad electiva» más reciente.
No se es de donde uno nace, sino de donde uno despierta al mundo; del lugar en el que a uno le nace la conciencia.
Sin lugar a dudas, te abriste al mundo en Sicilia.
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¿Será por esta razón que, justo cuando creo que estaba «surgiendo mi conciencia», hace muchos años, afirmé con fuerza (creyéndolo posible) que no iría nunca más a Sicilia?
Gracias, Pedro, por permitirme recordar este detalle 😉
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