Cuando pienso en el tema sobre el cual escribir para la siguiente entrada, desde hace unos días me cuesta decidir hacia dónde ir. Tengo tres borradores, a medias, guardados y otros tantos en mi cabeza sobre diferentes temas que me interesa tratar; por otro lado, me cuesta centrarme en cualquier de ellos para completarlos y llegar a publicarlos. Si a esto le añado mi exigencia y mi proverbial inconstancia, el riesgo es que me quede parada, durante un tiempo más o menos largo. Decido entonces escribir sobre esto mismo.
Hablar de Sicilia es, en buena parte, hablar de mí y hablar de mí es algo que siempre me ha costado mucho, principalmente por dos razones: el ‘miedo’ a mostrarme tal y como soy y la dificultad, a veces, en ahondar en ciertos aspectos de mí. En ocasiones, emerge una parte y la otra se queda bien escondida; son matices, detalles que huyen, se dejan entrever y luego se escapan. Allí es donde siento que necesito parar, respirar hondo y prepararme para ver, mirando con detenimiento lo que hay, sea lo que sea.
Hace unos días, vi un documental sobre el poeta Ignazio Buttitta y los Cantastorie.
Lo encontré entrañable, me emocionó, me conectó con mi niñez y con los cuentos de mi abuelo materno. Me imaginé a él, joven, asistiendo a los espectáculos que esos mismos cantastorie llevaban de pueblo en pueblo, viajando por Sicilia; una Sicilia que en aquel entonces, en los años ’50 y ’60, era tierra de miseria, de pobreza, de hambre. El cantastorie contaba, cantando y ayudado por unas imágenes, historias en las cuales el público se identificaba: cuentos de amor, de delitos pasionales, de aventuras de héroes; cuentos que llegaban desde lejos, siendo la del cantastorie un oficio con siglos de tradición a sus espaldas. Su llegada a la plaza del pueblo representaba, para los habitantes, todo un acontecimiento, a menudo en ocasión de las fiestas del santo local o de la temporada de recolección del trigo.
Con los cuentos de Buttitta, el Cantastorie cambia de registro y asume una función social; pasa a contar historias reales de mafia, de emigración, de emarginación, de altos poderes, de desigualdades…temas de grande impacto social que empiezan a despertar en la gente una conciencia hasta ese momento adormecida.
El documental, decía, me emocionó; algunas imágenes me conmovieron, llegué a llorar. Me identifiqué con mi madre de pequeña, con mis abuelos de jóvenes, con toda mi familia en esos años, en esa Sicilia. ¿Porqué me tocó tanto?, me pregunto. Siento que me conectó con algo profundo, con algo esencial. Noté cómo me movía a nivel visceral. De nuevo, al buscar una explicación, una parte se escapa, no puedo atraparla; la otra la siento en el cuerpo, viva y pulsante. Me quedo con la sensación, respiro hondo, intento ver, dispuesta a observar lo que surga, sea lo que sea.
L’omu e la natura
Celu ca nun hai occhi e manni chiantu,
mari ca nun hai vucca e ti lamenti,
luna ca vesti senza aviri mantu,
terra ca nun hai sangu e sì viventi,
acqua ca binidici e nun sì Santu,
suli ca bruci e nun sì focu ardenti,
aria ca duni a l’omu ciatu e cantu:
siti surgivi dintra la me menti.
Ignazio Buttitta (2013) La peddi nova, Palermo, Sellerio
Me quedo con esta parte:
«Me quedo con la sensación, respiro hondo, intento ver, dispuesta a observar lo que surga, sea lo que sea.»
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Esa, Laura, sería mi actitud ideal que muchas veces no coincide con la real. La real, a menudo, me lleva muy lejos de eso; me lleva a huir, a distraerme, a fijarme en cosas de menor importancia…
Gracias, de nuevo, por tu comentario.
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